Vivimos
en un mundo donde los libros dicen que tienes que salirte del montón y volverte
la excepción dentro de la regla. Pero, la realidad es, que sólo lo que está
dentro de la regla es lo aceptado.
Estamos
rodeados de personas que se envisten con toga de jueces y otros de juzgados.
Permitimos que alguien más nos diga qué es lo correcto y cedemos nuestro poder
de decidir a cualquiera que pase y esté dispuesto a tomarlo. Recibimos críticas
y las guardamos en el rincón del alma donde nos aseguramos de que nunca sean
olvidadas, mediante la famosa técnica de recordar esos momentos una y otra vez,
como metiendo el dedo en la llaga nosotros mismos. Sin embargo, a los cumplidos
los arrojamos al baúl del olvido, no importa cuántos cumplidos recibamos por
las cosas bien hechas, siempre… nos quedamos aferrados a las dos o tres
críticas que vienen por lo general de nuestros seres más queridos o las
personas más cercanas. Damos más valor a dos críticas por encima de 10
cumplidos. ¿Cuál es el nombre para esa patología de la que la mayoría de las
personas sufrimos? Yo la llamo, estar preparados, listos para fracasar y
temerosos de triunfar, tanto que en ocasiones somos capaces de estropearlo todo
para que las cosas salgan mal, debido al pánico tan grande que le tenemos al
éxito.
Se que nadie nos prepara para el éxito, el triunfo y los
logros, más sin embargo sí recibimos un postgrado completo en cómo criticar a
quienes se arriesgan a salir de la regla para ser la excepción. Llegamos
incluso hasta a dedicar tiempo para tratar de convencer a otros de que desista
de sus ideas porque son “imposibles”, o fuera de lo mal llamado “aceptado”.
Gritamos a los cuatro vientos que queremos ser
diferentes, pero repetimos los mismos patrones de nuestro entorno, respetamos
las reglas ya establecidas aunque no las soportemos. Hay quienes prefieren
renunciar a sus sueños con tal de que nadie pose sus ojos en ellos, con tal de
no llamar la atención al hacer algo inesperado, solamente por el miedo al “¿Qué
dirán?”. Miedo fundamentado además en nuestro propio accionar como jueces hacia
los demás cada vez que criticamos sus sueños.
Nos enseñaron a pensar de acuerdo a la situación, a no
llevarle la contraria al jefe, a no contradecir a nuestros padres, a no
enfrentarnos con el sistema, a que nos acercáramos a una serie de “estándares”
y/o “estereotipos” que marcan las pautas de la sociedad. Nos acostumbramos a
excluir a todo aquel que no piense como nosotros, a juntarnos con aquellos con
quienes tenemos pensamientos similares. Y aún así… ¿Alguien se atreve a hablar
de igualdad? Nos metieron en el cerebro que sólo nuestra propia familia quiere
lo mejor para nosotros y que cualquier persona afuera, es un posible enemigo
que quiere aprovecharse, condicionaron nuestra manera de ver la vida, nos obligaron
a sentirnos culpables por no cumplir las expectativas de nuestros padres, sin
darnos cuenta, condicionaron nuestro cerebro desde pequeños, cuando no podíamos
hacer nada para evitarlo. Y aún así hay personas que después de adultos se
resisten a ese condicionamiento que nos impusieron desde niños, aún así hay
quienes se hacen a un lado de su familia porque no están de acuerdo con lo que
esta predica. Aún así hay personas que renuncian a la carrera en el 8vo
semestre porque se dieron cuenta que no es allí donde están sus sueños. Hay
quienes renuncian a sus empleos y se oponen a un sistema, no porque estén
locos, sino porque se resisten a ser parte en ese sistema moral basado en
jueces y juzgados, donde lo que se escapa a la norma, termina siendo prohibido,
penalizado y en ocasiones hasta destruido.
Solo unos pocos entre cada cientos, miles, se dieron
cuenta y decidieron hacer algo al respecto, se rebelaron. Tomaron las riendas
de su vida, deshaciéndose de todos los jueces y los cargos por los que habían
sido juzgados, clamaron su libertad, y la obtuvieron, ésa que no está escrita
en ningún papel, que no depende de nadie más, sino de nosotros mismos, ésa que
va contra la norma y exige ser la excepción, una libertad que va más allá del
espacio físico. Un nivel de consciencia superior que no siente culpa, ni
remordimiento por las cosas que no dependen de sí mismo. Una libertad que
ofrece “Liberación” de las más grandes ataduras, que no impone, que no obliga,
que no juzga, que no critica, que no pretende doblegar al que no la entiende,
sino que simplemente “es”. La entiendan los demás o no. Una consciencia que
forma seres humanos capaces de decidir por ellos mismos, de tener un criterio
propio y un sentido común que a pesar de las palabras incluidas, es bastante
escaso en estos días.