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jueves, 23 de junio de 2011

El amor catalogado como locura

Todo el mundo sabe lo maravilloso de una relación durante el comienzo, donde no existen las responsabilidades, ni los conflictos de intereses, ni los celos. Porque toda relación en sus inicios es "perfecta" todo luce romántico, especial, puesto que adoramos las atenciones y los detalles. Que siempre nos contesten el teléfono y los mensajes. Salir del trabajo ansiando ver a esa persona, acostarse a altas horas de la noche sin que nos importe el que debemos levantarnos bien temprano al día siguiente y muchas otras cosas más por el estilo.
Sin embargo, ¿En qué momento todo deja de ser color de rosas? ¿Cuándo se apaga ese cosquilleo en el estomago? ¿Cuándo se vuelven tediosas las 10 llamadas diarias? ¿Y en qué momento las salidas nocturnas dejan de ser lindas para convertirse en actividades que te limitan las horas de sueño?
Lo que antes no importaba  de un momento a otro parece importarnos demasiado. Cuando empezamos a no responder los mensajes ni los pin al momento y dejamos de atender las llamadas pretendiendo estar ocupados. Creo que el amor es algo muy subjetivo al principio ya que se puede confundir el agrado que sentimos hacia determinadas actitudes de otra persona con el estar enamorados. Es parte fundamental para los seres humanos buscar una pareja que nos acompañe tanto en las buenas como en las malas, que esté allí para brindarnos su apoyo incondicional. No obstante, también es fundamental que esa pareja además de seguridad nos genere estados de tranquilidad, paz, amistad, confianza y sinceridad. Que dan como resultado un respeto mutuo y una devoción verdadera. La falta de uno o más de estos ingredientes puede desencadenar en una relación insana, llena de celos y falta de confianza, condimentada con la ironía y las mentiras, además de control absoluto por parte de la otra persona hacia ti o viceversa.
Cuando una relación te genere inseguridad, engaños, maltratos, agresiones o alguno de los síntomas antes mencionados, es momento de tomar otra dirección. Saber decir "no" y no permitir que nadie nos robe nuestra paz interna con comportamientos insanos y egoicos.